lunes, 21 de octubre de 2013

Cabo Verde

Voy dándome cuenta de que cuando regreso de países en los que he vivido experiencias que me han marcado necesito un tiempo de "reposo" para poder escribir acerca de ello. Y de que mientras estoy viviendo algo intensamente, apenas dedico tiempo a escribir. En este caso no ha sido así, porque he escrito bastante... en papel. Las horas infinitas de patrulla en playas desiertas, los días aislada en un campamento sin contacto con el mundo exterior, el sentimiento de estar en equilibrio con el universo, invitaban a ello. Ahora tengo un montón de hojas escritas, arrugadas por los viajes y la humedad, por la arena y las horas nocturnas en las playas, y un nudo en la boca del estómago cuando pienso en releer los sentimientos que me embargaron entonces y pasarlos a mi correcto ordenador, desde el aséptico sofá de mi limpísimo piso, en mi civilizada ciudad. Es un insulto a su memoria.

Cabo Verde ha sido sin duda una inflexión inesperada, un giro en mi forma de percibir el mundo que, sin prisas, me va calando hasta los huesos, progresivamente, con efecto retardado, y puedo observar en mis actos hasta qué punto va a marcar mi actitud ante la vida en adelante. Seamos sinceros: no es que no buscara el cambio, no es que no lo necesitara. Es sólo que no se ha producido de la manera en que esperaba.

He dejado allí un pedazo de mi corazón, como casi siempre me pasa. Y como casi siempre, esto ha sido consecuencia, principalmente, de la gente extraordinaria con la que he tenido el privilegio de compartir mi vida. Gente que está en mi corazón; en ese pedazo que se quedó en Cabo Verde, y en el resto agujereado, maltrecho y partido que todavía llevo en el pecho. Gente que me ha aceptado y me quiere tal como soy, sin preguntarme ni preocuparse por mi pasado ni mi futuro. Gente que me ha visto como nadie nunca: pies descalzos roñosos, vaqueros rotos sucios, camisetas viejas, mugrientas y sudadas, cara de sueño y pelo permanentemente enredado. Gente con la que poder dormir amontonada en un sofá sin temor a que malinterpreten el gesto, la cercanía, las caricias. Personas a las que recuerdo riendo, llorando, borrachas, heridas, amando, haciendo locuras y dándome lo mejor de sí mismas sin ni siquiera pasarse a pensarlo, sin dudarlo. Seres humanos luminosos, espontáneos, de una belleza insólita y natural.



Alemanes, portugueses, ingleses, holandeses, estadounidenses, caboverdianos... Juntad un grupo variopinto de 16 personas de diferentes nacionalidades, edades y pasados, que no se conocen de nada, y hacedlos convivir en un apartamento que a menudo se queda sin agua corriente en una ciudad que de vez en cuando se queda sin luz y sin agua. Obligadlos a comer y cenar juntos, con el presupuesto tan ajustado que no se llegue a fin de mes y sin cubiertos ni sillas suficientes ¡Medio culo por silla! ¡Un tarro de Nutella como vaso por cada tres personas! Ponedlos a trabajar en patrullas nocturnas agotadoras sin hora de fin más que cuando se acabe lo que hay que hacer. Que caminen durante kilómetros sobre arena blanda, a oscuras, en el bochorno tropical, cargados con cubos, kits y tiendas de campaña. Llevadlos al agotamiento extremo por calor, falta de sueño REAL (no lo que tenemos a bien considerar falta de sueño en el mundo civilizado) durante semanas, y por comer mal. Y por último, una semana de cada mes, hacédsela pasar en un campamento de una playa remota, en la que solo hay una tienda de campaña, cuatro compañeros que no siempre hablan un idioma común para entenderse, una baraja de cartas y un camping gas. Sin duchas, sin baño, sin agua corriente, sin luz, sin cobertura, sin internet. Sin mundo más allá de esa playa, de ese momento.

Podría haber sido una bomba de relojería. Pero no.

Sé que con nada de lo que diga voy a poder explicar qué se siente al pasar la noche patrullando una playa desierta, buscando cazadores furtivos y tortugas marinas, con la sola luz de las estrellas y en compañía de un completo desconocido en quien sin embargo confías de manera natural. Compartiendo la comida que lleve uno, el agua que lleve otro, el peso de los bártulos, las siestas en la arena y el "retrete" en las dunas. No hay palabras que puedan describir el agobio inmenso de cargar con pesados cubos llenos de huevos de tortuga que apenas es posible acarrear entre dos, durante kilómetros, sobre arena blanda, teniendo que parar cada pocos minutos, hasta el punto de que te duelan las manos, los hombros y seas perfectamente capaz de olerte la camiseta empapada de sudor pegada al cuerpo, con la aplastante certeza de que acabas de empezar la patrulla y todavía quedan horas por delante. Ni la emoción de descubrir un rastro de tortuga y arrastrarse por él como un gusano esperando verla. Ni la magia de pasar los dedos por su caparazón y que la bioluminescencia lo haga resplandecer en la oscuridad. Ni el terrible agobio de quedarse sin agua a mitad (¡o a principio!) de patrulla. Ni la felicidad de encontrar por casualidad una galleta llena de arena en el fondo de la mochila, cuando te rugen las tripas y te quedan por delante horas de caminar. Ni el alivio que supone tirarte en la arena a dormir media hora cuando ya no puedes más, cuando el cansancio te supera, arrebujada en una sudadera, con las olas como música y las estrellas como techo. Ni el subidón furioso de adrenalina al recibir una llamada en mitad de la noche y conducir un quad a ciegas por las dunas, en oscuridad cerrada, persiguiendo cazadores furtivos, con más valor que medios, el viento en la cara y una linterna atada a cada muñeca para poder ver el peligro que pueda surgir por los lados.

Pero quizas lo que más ha significado para mí sea que si no fuera por ellos, por mis amigos, en más de una ocasión me habría sentado en la arena y ya no me habría levantado. Me habría echado a llorar. De desesperación, de puro agotamiento, y de ser consciente de lo que eso era lo que me esperaba esa noche y todas las siguientes noches de todas las siguientes semanas. Me habría rendido. Pero ellos estaban conmigo, y juntos podíamos hacer cualquier cosa. Eramos capaces de cambiar el mundo.

Y eso hicimos. 

El mío, al menos.

miércoles, 24 de abril de 2013

Twin Peaks

¡¡Sí señor!!

Me he tragado en pocos días esta serie noventera mítica, dirigida por David Lynch y Martin Frost. No son muchos capítulos, y creo merece la pena perder algo de tiempo en verla. Es, a falta de otras palabras mejores, diferente

El brazo de la ley de Twin Peaks: el agente del FBI Cooper en primer plano, el sheriff Truman junto a él, "Hawk", el agente indio especializado en rastreo a continuación, y al fondo el médico del pueblo: el respetable Dr Hayward.
Desayunos diarios en la oficina del sheriff
Sin guión lineal, tiene como punto destacable y brillante la fuerte carga psicológica y la forma onírica y surrealista que tiene Dale Cooper (protagonista, agente del FBI) de enfocar la vida. Confía plenamente en su intuición y sus sueños, haciendo que estos determinen, incluso, cómo resolver una investigación por asesinato. El hecho de que ninguno de los otros personajes principales cuestione estos métodos, tomándolos como vías tan serias y válidas como cualquier otra, hace que nosotros (espectadores) las asumamos sin darnos cuenta como una parte tan natural de la vida como tomar un café. Y así, lo real y lo onírico pierden su frontera divisoria y se mezclan completamente, pasando a formar parte del mismo plano, de la misma realidad.  

Una visión. ¿Porqué no?
La difunta Laura Palmer, el enano que baila y el agente Cooper en onírica reunión.
La serie empieza con un objetivo claro: encontrar al asesino de Laura Palmer. Sin embargo, después transcure por diversos derroteros. He de decir que los capítulos de mitad de la segunda temporada pierden fuelle, justo tras resolverse el asesinato, hasta que el argumento vuelve a encauzarse. He leído que en este punto ambos directores tenían otros proyectos y dejaron la serie en manos de varios guionistas. Pero no desesperarse: conforme se acerca el final, la trama vuelve a coger carrerilla. 

¡Sorpresa! David Duchovny (Fox Mulder en Expediente X) tiene un papel caracterizado de mujer.
Cuenta  personajes principales tan pintorescos como encantadores, definidos y enteros, y está llena de sucesos en segundo (¡a veces incluso en primero!) plano ridículos y/o grotescos que acaecen a la par que diálogos completamente serios, convirtiéndolos en formalmente estrafalarios. También cuenta con una buena cantidad de personajes inquietantes en el más puro sentido de la palabra, y situaciones y diálogos a lo largo de la serie que invitan a la especulación y la sospecha.

Lady Leño se encargará de interpretar para nosotros lo que su querido leño con dos ramas por bracitos desea contarnos acerca de cosas que pasan o pasaron en los bosques y que nadie más pudo ver.
He leido que la serie es considerada "de culto" a día de hoy, y no me extraña: rompe todos los esquemas de lo que se hacía en aquella época (y creo que también los de ahora, por lo poco que veo la TV hay muy poca innovación o atrevimiento). También comentan que fue en parte la precursora de Expediente X, supongo que por los acontecimientos paranormales, los hechos sin resolver y los agentes de la ley metidos en el ajo de lo paranormal. Como curiosidad, arriba os dejo una imagen del (posterior) agente Fox Mulder de Expediente X, que también hace de agente del FBI en Twin Peaks, si bien de un agente un tanto particular... :)

Y aunque me apena haber terminado de ver la serie, para mi regocijo también hay una película "Twin Peaks: el fuego camina conmigo", que ya tengo descargada y que pienso ver en breves.

Las lechuzas no son lo que parecen.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Porto

Limpiando la memoria del telefono móvil de la basurilla que suelo acumular, he encontrado estas imágenes de Oporto que no puedo evitar compartir, con una gran sonrisa en la cara :) Son, además, tres imágenes recurrentes de mi estancia allí.

Como vivíamos en el casco antiguo de la ciudad, la Iglesia de San Ildefonso es la que más cerca me quedaba de casa. Pasé por delante un millón de veces y me encantaba, creo que es de las más conocidas (con razón). Visité otras tantas, todas increíbles. Incluso la estación de tren está recubierta de estas losas azules llenas de historia y que se caen a trozos. Sin embargo, el edificio que ha permanecido con más fijeza en mi retina es éste: la Capilla de las Almas, en la Rua de Santa Catarina.

Capilla de las Almas, Oporto

Está en una de las calles con más afluencia de Porto, y es de las primeras cosas que vi nada más salir del metro que te lleva desde el aeropuerto a la ciudad. Me enamoré.


La Loja das Sopas, mmmm ¡¡madre mía que delicia!! Mientras mi enamorado trabajaba a destajo, yo paseaba por la ciudad. Uno de mis sitios favoritos para comer era éste. Si sois soperos, no lo dudéis.


Es una especie de McDonalds de las sopas (con más clase, pero por hacer una analogía; es una cadena): entras y pides la que quieras. Tienen unos enormes tanques con las sopas de ese día, y eliges el tamaño del plato. Eso sí, a tener en cuenta que las sopas portuguesas son muchísimo más densas que las españolas.


Esta es la vista de las casas justo en frente de la Universidad de Ciencias, en la Rua Campo Alegre. No tenía nada de particular, simplemente esta ciudad me hacía feliz :)


¡Qué ganas de volver! Mi ventrículo portugués late con fuerza ahora mismo :)


¡Buenas noches!

sábado, 16 de febrero de 2013

Pinterest II

For you, darlings, otra tanda de risas fruto de los catastróficos intentos del personal por imitar las maravillas culinarias que se comparten en Pinterest:

Dedos de galleta para Halloween que resultan en...
... cualquier cosa excepto dedos de galleta.

Deliciosa sopa de patata con tropezones...
... y esto parece ser lo que vomitas después.
Pino navideño hecho con aperitivos...
... y sin duda la montaña de restos que quedó después de las Navidades. 

Que tengáis una feliz semana! :)

martes, 5 de febrero de 2013

Pinterest, y la mucho más interesante Pintrosity

Hola holaaaaaaaaaaa

Hace unos días me descubrieron esta deliciosa página, pensada para dar salida a las calamidades caseras y, sobre todo, para reír hasta que duele la tripa y se saltan las lágrimas.

No, obviamente no hablo de Pinterest. Sólo la he ojeado una vez, y todo es muy bonito y bucólico. Nada que me interese. Yo soy un alma retorcida y grotesca, amante del humor de la vida y la risa de carcajada, y antes que las maravillas de Pinterest, prefiero los desastres de Pintrosity (que por si no lo habíais pillado, viene de monstruosity. En español, lo traducen como "pintrosidad", de monstruosidad). Ohhh si, sobre todo las catástrofes culinarias. Quizás porque soy de esas personas que nunca siguen las recetas. Y por eso me veo, (¡premonición!), tras una ardua labor de cocinita (si hablamos de bizcochos o pasteles, entonces estamos ante un "me veo" meramente utópico), ante algo como esto en la bandeja del horno, con la cara y los ojos desencajados ante el horror que emerge de allí, como si fuera un agujero de conexión con los mismísimos infiernos. 

Y como una imagen vale más que mil palabras, aquí van algunas joyas de impepinable valor que me han obligado a dejar de mirar la pantalla en público (en el viaje del bus concretamente) porque he llegado al punto de llorar y doblarme de la risa, y la gente me mira. Lo sé, lo sé, nunca se me dio bien la compostura.

Aquí algunas cupcakes del monstruo de las galletas... y otras de monstruo real.

Pastel de mono muy mono frente a...
... pesadillas garantizadas el resto de tu infancia.


Galletas con pavos coloridos que no se parecen a...

... no sabría cómo definir estos seres de intensa mirada.

Hay muchas, muchas, muchas imágenes. Culinarias, de peluquería, de manualidades... Algunas realmente cómicas; otras las considero incluso aceptables. Tengo una bonita selección de las (que yo considero) mejores, pero no quiero saturar vuestra visión con sus bellas estampas. En otra entrada, más.

Espero que tengáis una sonrisa en la cara :)

¡Que paséis buena tarde!

viernes, 1 de febrero de 2013

Boris Wild

Todavía ojiplática me hallo tras la actuación de este señor en El Sótano Mágico ayer por la noche. 

Boris Wild (que pese a su nombre artístico, es francés), es campeón mundial de cartomagia en el 97, y cuenta con otros muchos premios a sus espaldas. No sólo es mago; también es un humorista encantador y habla un inglés impecable, aunque el presentador del show, Pablo Tejero, tuvo la amabilidad de traducirlo para los que no entendían, y además de hacerlo al vuelo, lo hizo con gracia y acierto. 


Con un aforo tan reducido como privilegiado, la magia y la sonrisa de Boris hicieron efecto en todos nosotros. In crescendo, dijo él que iría el show, pero yo desde el principio ya no me lo podía creer. Coqueteó con el público mientras cuatro cartas cambiaban sus posiciones en nuestras narices, sin que nada más estuviera en la mesa, en las mismas manos de un participante. Una máquina de leer mentes nos reveló a la audiencia la carta que únicamente un sorprendido colaborador había visto (y elegido, tras barajar y cortar él mismo). También hubo predicciones inverosímiles (y acertadas), y cartas que desaparecieron para luego aparecer de nuevo donde él las quiso dejar. A tan sólo unos centímetros de nuestras caras, y con una parsimonia que te aún te dejaba más pasmado.

El número final que nos regaló fue, ni más ni menos, con el que ganó el premio mundial. Menudo lujo.

Por favor, si tenéis posibilidad de verlo (está de gira por España), no os lo perdáis. Es magia de verdad, MAGIA con mayúsculas. Os dejará de una pieza y con una enorme sonrisa en la cara.


Yo se que fue real, porque conservo un besito mágico ;)

viernes, 25 de enero de 2013

El Sótano Mágico

Hace un tiempo que me ando quejando de la escasez de alternativas que ofrece Zaragoza, en concreto los fines de semana por la noche. Llevo una racha que no me apetece nada salir para encerrarme en un bareto, a gastarme mis escasos euros en alcohol, un taxi de vuelta, escuchar electro-latino a todo volumen, e intentar comunicarme a gritos con mis amigos. Pero parece que las únicas opciones vienen siendo cenas en casas, un teatro escaso y no muy económico, cine caro directamente, o coger el coche y desplazarse al Pirineo, lo que a la larga, aunque sea con tienda de campaña, también supone un buen gasto. 

Debe ser que la cultura no es rentable, así que como si fuera un pacto tácito, desde el Ayuntamiento (o donde sea) no se promociona ninguna actividad en absoluto. Si no es con el boca a boca, no te enteras de nada. Por eso me llevé una alegría cuando ví en el Heraldo la noticia de que la sala Eve´s Bayou (Calle Don Juan de Aragón nº5, junto a la Plaza de Sta. Marta) ofrece todos los jueves espectáculos de magia y humor.  


Ayer fue la primera vez que asistimos a este evento (creo que la inauguración fue el jueves pasado), además era gratis y nos lo pasamos pipa. Estaba lleno a reventar, pero llegamos cuando no habían abierto todavía (de hecho estuve a punto de colarme por la puerta de los artistas por error) y conseguimos un buen sitio. Actuaron Jav-May ¡tremendo clásico!, Naval, Mago Ferdy y Delve. Magia y Mentalismo que nos mantuvieron en vilo durante toda la sesión: caras de asombro, bocas abiertas y aplausos. Para el jueves que viene tienen programada la actuación de Boris Wild (la entrada costará 5 euros, aunque hay un sorteo de dos entradas dobles) que no tengo intención de perderme, y en pocos jueves estarán haciendo magia los grandísimos Miguel Ángel Gea y Javi Benítez "Chango". ¡¡Que emocionante!!

En fin, recomendado encarecidamente para todos aquellos aburridos de hacer lo mismo cada fin de semana.  ¡Ójala lo hiceran más a menudo!

Eso sí, ¡llegad pronto para pillar sitio!

miércoles, 23 de enero de 2013

La llamada de la selva

Me encuentro, desde hace unos días ya, en este estado mental que me asalta regularmente y me inquieta profundamente. Creativo, desbocado, salvaje, rompedor, impulsivo, incorrecto y cuestionador, sin que me importe, disfrutándolo. Sería capaz de comerme el mundo sin usar las manos si me lo pusieran delante. Al mismo tiempo soy consciente de que en general en este estado soy más peligrosa que productiva, pues nunca tengo ante mí una tarea apropiada para saciar este apetito cuando me asalta. O quizás la relación sea la inversa, y si entro en este frenesí periódicamente es porque todavía no he encontrado en mi vida una labor que me apasione y canalize esta energía.

El verano pasado, en esta misma situación, me ofrecieron ir a Cabo Verde durante un mes, como Ranger, en un proyecto de protección de tortugas marinas. Era un puesto prácticamente voluntario, con una mínima compensación económica y alojamiento y manutención a cargo de la organización, pero había peleado para conseguirlo. Finalmente, no fui. Se juntó que para aquellas fechas tuve que volver a España porque mi abuelo estaba ingresado, y que seguía trabajando en Edimburgo. Tenía que dejar mi trabajo apresuradamente y sin preaviso, lo mismo con el piso, recoger igual de apresuradamente todas mis pertenencias y llevarlas a España, y desde allí viajar a Cabo Verde aún más apresuradamente, dejando en España a mi familia doblemente preocupada, por mí y por mi abuelo.

Pero ahora, y otras muchas veces después de aquella decisión, lo he pensado. Pienso que, al margen de los hechos objetivos que que he mencionado, tuvo también mucho peso en mí que la gente de mi alrededor, que sin duda me quiere, pensase que era un error, que era una locura, que no me llevaba a ningún sitio. ¡¡Maldita sea!! ¡¡Pero si es algo que haría pagando!! Quizás fuera una pérdida de tiempo, pero lo que era, sin lugar a dudas, era un mes. Fue una irresponsabilidad por mi parte dejar pasar aquella experiencia. Claro que es mucho más fácil decirlo ahora, a toro pasado como se suele decir. Quizás si hubiera estado fuera y mi abuelo no hubiera salido del hospital, me habría arrepentido.


Pero hoy, ahora, en estos días en que mi alma grita mucho más alto que mis neuronas, sé que lo que es una irresponsabilidad es saber que vamos a vivir solo una vez y dejar pasar las oportunidades que se nos dan de tener experiencias con las que soñamos. ¿Va a cambiar mucho mi trayectoria laboral por pasar un mes en Cabo Verde? ¿Y si cambia, pero para bien? ¿Y si no cambia en nada, pero me cambia a mi? ¿¿Es que acaso, en nuestro breve paso por el mundo, es menos importante el enriquecimiento de nuestro espíritu que orientarnos hacia un camino seguro pero anodino?? ¿Tan importante es de verdad el sueldo de un mes? ¿Es que no es un precio justo para una experiencia vital única? También me pregunto a veces porqué debo conformarme con una vida "normal", una vida como la de los demás, cuando no recuerdo haberla deseado más allá de la aspiración al reconocimiento por parte de mis semejantes. Y esto también me lleva a preguntarme si soy socialmente aceptable. Si conseguiré ser feliz y sentirme completa en este mundo constreñido de normas, o me limitaré a un paso modesto y gris, adaptado a lo que se espera de mi más que a lo que deseo.

En lo poco que llevo vivido, he aprendido algunas cosas. No son muchas, pero todas me han hecho cambiar de alguna manera. Algunas me han hecho más cauta, otras más impulsiva, y las menos, algo más melancólica. También he perdido miedos: el miedo a hacer la maleta y dejar lo que conozco, el miedo a la soledad, el miedo hacer cosas por temor a hacer el ridículo (el poco que tuve alguna vez), y también el miedo a dejar atrás gente que aprecio, aun sabiendo que quizás la vida nunca vuelva a cruzarme en sus caminos. He aprendido a valorar que ha sido maravilloso haberlos conocido, haber tenido el privilegio de compartir con ellos tiempo, espacio y complicidad en este inmenso planeta, en esta eternidad temporal, cuando somos seres irrepetibles. He perdido el miedo a dejar la seguridad de un trabajo, una casa, una ciudad, y a gente que ya considero "mía", para empezar de nuevo desde cero. A cambio he ganado uno, que me corroe y me sacude: el miedo a no tener tiempo de hacer lo que sueño, a no dejar ni un pequeño rayo de luz que marque mi paso por este mundo, en el tiempo que se me ha dado. En el que me queda.

Curiosamente, y aunque en mi opnión son más valiosas que cualquier experiencia laboral, ninguna de estas cosas puedo explicarlas en mi currículum.

Quizas suena a filosofía barata, pero quiero creer que si no tengo nada que perder, es que hay mucho que ganar. Por eso, señores, voy a solicitar mi admisión de nuevo en SOS Tartarugas, y si tengo la suerte de que vuelvan a admitirme, este verano iré a Cabo Verde a añadir a mi experiencia vital un sueño cumplido, a poner mi granito de arena en la conservación de esas maravillosas y antiquísimas criaturas que son las tortugas marinas. A tener el privilegio de verlas con mis ojos y tocarlas con mis dedos, con la certeza de que antes de que yo sea anciana, ya no habitarán nuestros mares, ya no compartirán mi mundo.

lunes, 7 de enero de 2013

Regalos de Reyes

¡Hola holaaa!

Entre una cosa y otra (para qué aburriros), los Reyes Magos me han pillado muy muy pobre. Como además de paupérrima soy optimista hasta la exasperación (o eso me gusta creer), me resisto a renunciar a la ilusión de los regalos. ¡¡¡Con lo que me gusta ver la cara de la gente cuando los abren!!! En resumen: este año, con presupuesto casi nulo y un pacto tácito de N-R (No-Regalos) en la familia, me he puesto manos a la obra con las manualidades una vez más.

Y esto es lo que ha resultado :)





Para hacer un regalo pobre (pero original y personalizado) como éste, necesitáis: 

- Una taza blanca (esta de IKEA me costó 1,55, pero tienen hasta por 0,75 :)

- Pinturas acrílicas.  No hace falta que compréis un gran bote de cada color, hay paletas con tubos de varios colores. Las conseguiréis en tiendas de manualidades (o en cualquier todo-a-100, por una miseria).

- Dos o tres pinceles. Seguro que tenéis alguno del Pleistoceno por casa. Si solo vais a hacer dibujos como éstos que he hecho yo, con dos (uno fino para los detalles y otro más mediano para los rellenos) es suficiente. Si queréis pintar la taza completa (por ejemplo pintar todo el fondo) quizás uno más grueso os sea más práctico. 

- Golosinas a gusto del destinatario.

- El envoltorio final que elijáis.


Y manos a la obra: 

1. Elegís un diseño. Yo he elegido a Totoro, pero podéis buscar un diseño de flores, Los Fruitis, rayas, topos, el nombre de la persona a la que vayáis a regalársela... lo que os de la gana, dependiendo de para quién sea y de vuestras dotes artísticas. Si no se os da muy bien pintar, elegid un dibujo plano (sin sombreados), que son más fáciles de copiar. También podéis pintar los contornos básicos con un lápiz antes de empezar, para al menos ubicar las formas y tantear las proporciones. 

2. Los acrílicos son muy sencillos de utilizar: sólo tened a mano algún bastoncillo de algodón, un trapo o papel y un vaso con agua. Si os salís es tan fácil como borrarlo con el paño o el algodón húmedo. Se seca bastante rápido y se puede pintar un color sobre otro corrigiendo errores anteriores. Sólo un aviso: el rojo generalmente emerge/traspasa en el "paso 3" (horno), así que si es posible evitad pintar sobre el rojo porque os alterará los colores finales. Evitad también el borde de la taza (la que pega con los labios al beber), ya que estas pinturas no son aptas para el consumo.

3. Una vez terminada vuestra obra maestra, dejadla secar unas horas. Cuando está bien seca, metedla al horno a 120º, unos 20 o 30 minutos. Ponedla dentro cuando el horno esté frío todavía, y cuando haya pasado la media hora dejadla dentro hasta que esté bastante fría, ya que el cambio brusco de temperatura puede romper la taza.

Y ya está: a partir de ahora el diseño de la taza resiste el agua :) Sólo queda rellenar con chucherías (si podéis encontrar Papás Noeles de chocolate, Reyes Magos o diseños navideños similares para aderezar, mejor que mejor), cubridlo con papel de regalo rojo o dorado, (¡o ambos!), un lazo y... ¡listo!


Si contáis con más presupuesto, podéis hacerlo con pinturas cerámicas, que resisten mejor el uso, e incluso darle una capa de barniz cerámico al final, para conseguir un acabado brillante. 

Pero eso en mi caso, ya será otro año :)


¡Felices Reyes a todos! :)