martes, 20 de noviembre de 2012

Beltane

Siempre me he sido un poco pagana, y por eso sabía que mi cumpleaños es la fiesta del Beltane, y no sólo el vulgar Día del Trabajador. Lo que nunca imaginé es que un día asistiría a esta celebración. Pero este año me pilló fuera, y descubrí que los escoceses celebran Beltane con alegría y devoción, como buenos y arraigados celtas.

Cuando digo festividad pagana, entiéndase efectivamente lo que todos estáis pensando: fuego, cuerpos (semi)desnudos pintados, música, tambores, danza tribal y litros de alcohol. Además, al menos en Edimburgo, se celebra en Holyrood Park, que no es ni más ni menos que una enorme zona verde virgen (nada de cómodos caminos, nada de llanura, nada de "parque") con montaña incluida en mitad de la ciudad, lo que incrementa el sentimiento de unión con la naturaleza y la sensación de que estás participando en un rito clandestino y que tras cualquier árbol puedes encontrar un druida, un hada, u otro ser mitológico quizás menos amistoso.



Si asistís con foráneos y pretendéis seguir su ritmo, haréis amigos tan intensos e inesperados como fugaces. Beberéis hasta perder el equilibrio primero y el conocimiento después. Olvidaréis el frío y el mundo, y entraréis en un universo fantástico de llamaradas y luces, personas disfrazadas de faunos, faunos disfrazados de humanos, tambores y cánticos que te hacen recordar quién eres en realidad. Y cuando la noche acabe y todo parezca posible, bajo la luz de la Luna, la Madre Tierra traicionera tenderá trampas a vuestros pies mientras trastabilláis de vuelta a casa, más vivos que nunca, con el corazón henchido de tradición proscrita y asesinatos en la hogera.

Feliz resaca.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Y llegó la agenda :)

Me pregunto si ponerme de fondo una alternancia de Extremoduro, Los Suaves y música tradicional Scottish me llevará a algún tipo de desorden mental. Alguno más, quiero decir.

Al meollo:

Ya hace un par de semanas que llegó la agenda, y aunque he intentado hacerle unas fotos más o menos decentes, aquí queda todo lo que he conseguido con mi limitada habilidad (entiéndase la presencia de un emoticono con carita decepcionada-avergonzada).




Es el tercer año que me compro una agenda de este tipo (en Ebay...) porque como soy un poco arárquica, no suelo empezarlas a principio de año. Ni con el curso escolar. Con lo que la mayoría de las que venden en las papelerías no me sirven: o me faltan meses, o me sobran. Estas no tienen las fechas escritas, empiezas tú cuando te da la gana (hay una barra en la parte superior para marcar el mes a boli, y la semana no tiene escrito el día).

Además el tamaño me suele encajar en lo que busco, tienen un montón de colores y... bueno, son más monas que las que suelo encontrar además de más económicas, para qué voy a decir otra cosa jaja

El mp3 acaba de saltar a Triana y mi cerebro empieza a cortocircuitar. Hasta la próxima...

lunes, 5 de noviembre de 2012

Scotland

Cuando volví de Edimburgo, me dije que escribiría unas cuantas entradas referentes a mi año allí, a mis experiencias, algunos consejos también, puede. No he podido. No es que no haya querido, o que no sepa por donde empezar. Es que hay demasiados sentimientos mezclados. En este mismo momento,  en que ya he terminado de escribir esta entrada y sólo estoy haciendo los últimos ajustes, me encuentro buscando una imagen que adjuntar, absolutamente incapaz de elegir entre mis archivos una sola que pueda transmitir, o siquiera acercarse a lo que siento, cuando pienso en Escocia. Esto es lo mejor que he podido escribir. Tal vez con el tiempo, con la distancia, algunas cosas sean más fáciles de explicar. Quizás no.


Supongo que cuando algo te atrapa de verdad, de manera irresistible, inevitable e inexplicable, y además no llega a estropearse nunca porque por una razón u otra acaba antes de que llegues a tener una mala experiencia, a formar un mal recuerdo, se queda en nuestro corazón para el resto de nuestra vida, como la memoria luminosa e imperturbable de un amor infantil.

Por eso se que parte de mi corazón pertenecerá por siempre a Escocia. La gente que conocí es maravillosa, y el día a día del año que he vivido allí también quedará en mi recuerdo como excepcional. La mezcla de razas, religiones y culturas siempre enriquece, y un año hablando y trabajando en inglés hace que uno se sienta orgulloso de sí mismo. Por si fuera poco, Edimburgo es una ciudad increíble, y muchas cosas han quedado fijas en mi memoria, como si hubieran sucedido ayer. Como si pudieran suceder ahora mismo, si bajara a la calle y tomara la dirección correcta. La Royal Mille y sus tiendas de recuerdos, un paseo por los jardines de Princess Street con el castillo recortado contra el cielo. El parque de los Meadows cuando hace buen día. El pequeño restaurante Hula, al final de Grassmarket.


Todo esto, desde luego, está muy bien. Pero no es eso, o al menos no es eso únicamente. De hecho, no es eso ni remotamente. No tiene nada que ver con la ciudad de Edimburgo, ni con sus habitantes, aunque indudablemente ambos han contribuido de forma directa al sentimiento. Es algo más difícil de concretar. Más visceral. Es algo que se me hace hincharme de orgullo cuando veo sus paisajes verdes y vírgenes, los lagos inmensos, los valles llenos de niebla, misterio y leyendas. Cuando recuerdo la humedad de su tierra bajo mis pies y sus cielos cuajados de nubes indescriptibles. Es la sonrisa melancólica que no puedo evitar cuando veo una falda escocesa. Un yo que sé que me ronda y me hace cantar "The Bonnie Banks of Loch Lomond" en el momento más inesperado y sin darme cuenta. Es algo que me retumba en el pecho y me hace un nudo en la garganta cuando escucho el sonido de una gaita. Es una ferocidad que me despierta un instinto profundo y olvidado, que me empuja a querer pintarme la cara de azul y blanco, a llenarme los pulmones con aire frío y puro y a gritar bajo la lluvia con toda la fuerza de mi garganta.

SCOTLAND, SCOTLAND, SCOTLAND!!!!